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Los científicos manifiestan su oposición contra el veto migratorio del presidente Trump

Químicos están entre los afectados por el límite de visitantes de siete países

by Andrea Widener, Linda Wang, and Lisa Jarvis with additional reporting from Alex Tullo and Melody Bomgardner
January 30, 2017

 

Protestors holding signs supporting immigration.
Credit: Linda Rosier/Polaris/Newscom
Manifestantes concentrados a las afueras del aeropuerto JFK como respuesta al veto migratorio emitido por el presidente estadounidense Donald J. Trump.

La orden ejecutiva del día 27 de enero, firmada por el presidente Trump, que prohíbe la entrada a los EE.UU. de los residentes de siete países de mayoría musulmana ha dejado marca en la industria química.

El caos se expandió a medida que visitantes de los siete países afectados —Irak, Irán, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen— eran detenidos en los aeropuertos o se les prohibía tomar vuelos que ya habían sido aprobados. Residentes permanentes que llevan años viviendo en EE.UU. también se han visto afectados. Universidades, investigadores federales y empresas lidian con lo que este veto migratorio puede suponer para ellos, sus empleados o sus estudiantes.

Según declaraciones de Trump, el veto estaba destinado a prevenir ataques terroristas. Los oficiales administrativos dicen que en mayoría de casos son temporales; la entrada a Estados Unidos se suspendió por 90 días para la mayoría de los afectados. Los programas de refugiados de Siria se paralizaron. Pero la aplicación del veto ha sido errática, y no queda claro cuándo las personas con visado podrán entrar en EE.UU.

Los científicos comenzaron rápidamente a manifestarse cuando las historias de viajeros detenidos, incluyendo investigadores, empezaron a circular. El 1 de febrero más de 18 000 científicos, incluyendo ganadores del Premio Nobel, firmaron una petición oponiéndose a la orden.

C&EN no destapó las noticias sobre químicos detenidos en los aeropuertos. Sin embargo, la normalmente cautelosa Sociedad Americana de Química (American Chemical Society, ACS), que publica C&EN, reaccionó con fuerza.

“La orden en sí tiene muy amplio alcance, está dirigida injustamente a personas de un puñado de naciones, ignora los mecanismos ya establecidos diseñados para conseguir los fines que persigue la orden, y sienta un precedente potencial para futuras órdenes ejecutivas”, según manifestó la Sociedad en una declaración. ACS cuenta con 109 miembros en Irak, 41 en Irán, dos en Libia y uno en Sudán.

Las reglas migratorias estadounidenses están cambiando.

La cobertura de C&EN de cómo estos cambios están afectando a la química.

  El veto cambia drásticamente la vida de investigadores en química

¿Te preocupa cómo estos cambios podrían afectarte a ti, tu empresa o tu universidad? En C&EN nos gustaría hablar contigo para el próximo artículo. Mándanos un email a cenprojects@acs.org.

La ACS se unió a otras 151 organizaciones científicas y universidades en una carta dirigida a Trump el 31 de enero, expresando así sus preocupaciones: “la aplicación de esta política pone en peligro la capacidad de los Estados Unidos para atraer talento científico internacional y mantener su liderazgo científico y económico”.

Irán es seguramente el país con mayor número de científicos afectados. Más de 12000 estudiantes llegaron de Irán a EE.UU. el año pasado, según datos del Instituto de Educación Internacional. Corresponde a más de la mitad del resto de países afectados por el veto. Las universidades pelearon para ayudar a los estudiantes y académicos internacionales que estaban retenidos en aeropuertos o deportados.

“La orden es retener a los estudiantes que ya han sido aprobados para estudiar aquí e intentan volver al campus y amenazan con perturbar la educación y la investigación de muchos otros”, dijo Mary Sue Coleman, presidenta de la Asociación de Universidades Americanas, una coalición de universidades punteras en investigación. Urgió a la Administración a dejar claro que los EE.UU. “siguen dando la bienvenida a las personas más talentosas de todos los países”.

Alison Hatt, directora del programa de usuarios del Lawrence Berkeley National Laboratory’s Molecular Foundry, cuenta cómo una postdoc iraní de una institución de investigación italiana tendría que trabajar allí en un proyecto, pero ahora es altamente improbable que consiga un visado. “Nuestros investigadores se ven afectados definitivamente por la orden anti-inmigración.”

Los colaboradores de otros países serán reacios a trabajar con científicos estadounidenses si esto no se resuelve, dice Zafra Lerman, presidenta de la Malta Conferences Foundation, que promueve colaboraciones internacionales científicas y técnicas.

“Estamos perdiendo la oportunidad de liderar de manera ejemplar como hemos hecho durante tanto tiempo, y estamos afectando al progreso científico”, declara Lerman. “Al poner obstáculos en la diplomacia científica, torpedeamos su finalidad de seguridad.” 

Aunque muchas empresas alzaron la voz, la mayor parte de la industria de las ciencias biológicas guardó silencio ante el veto. Ninguno de los grandes grupos de la industria — Pharmaceutical Research & Manufacturers of America y Biotechnology Industry Organization — comentaron nada sobre la orden ejecutiva.

Tampoco dijeron nada las mayores compañías químicas estadounidenses, que no han respondido a la petición de comentarios de C&EN. Aparte de Irán, la mayoría de países con grandes industrias químicas, como Arabia Saudí, Kuwait y los Emiratos Árabes, están excluidos de la orden.

Pocas de las  grandes farmacéuticas han realizado una declaración sustancial. Brent Saunder, CEO de Allergan, fue la notable excepción, ya que el 29 de enero twitteó que su compañía “es fuerte y audaz debido a la diversidad. Nos oponemos a cualquier política que limite nuestra habilidad para atraer el mejor y más diverso talento.”

Novartis dijo en una declaración: “mantener nuestro firme compromiso con nuestros asociados de todas las nacionalidades y religiones es el centro de nuestros valores, abordando los retos más urgentes a los que se enfrenta la sociedad en la sanidad”. De momento, ninguno de sus empleados ha tenido problema en sus viajes de negocios.

A Jason Kelly, fundador de la start-up Ginkgo Bioworks, pequeña pero que crece rápidamente, le preocupa que esta acción tenga un impacto duradero en la ciencia en EE.UU.

“Muchos de mis cofundadores y compañeros son inmigrantes o estadounidenses de primera generación de países de todo el mundo.”, afirma. “Que los inmigrantes en Estados Unidos juegan un papel clave en ciencia y tecnología es obvio —todos los estadounidenses ganadores de un premio Nobel el año pasado eran inmigrantes— pero los inmigrantes no tienen que ser científicos o ingenieros para merecer respeto y derechos.”

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