La Revolución no será televisada
por Alán Aspuru-Guzik, en exclusiva para C&EN, Septiembre 20, 2024 | Publicado en el volumen 102, número 29
América Latina es un testimonio vivo de resistencia y resiliencia, una
historia de lucha, esfuerzo y esperanza. Son sueños que renacen de sus cenizas para reconstruir,
repetidamente, nuestra región. Influencias muy diferentes, desde las primeras naciones indígenas,
que crearon civilizaciones por todo lo largo y ancho del continente, hasta las complejas relaciones
con Europa han dado forma a la Latinoamérica moderna. Nuestra historia, nuestra fuerza y nuestra
cultura son ahora parte del ADN latino.
Crédito: Carlos Osorio
Alán Aspuru-Guzik
En Latinoamérica, los científicos no tienen una vida fácil, tienen que pelear para sobrevivir durante
revoluciones políticas interminables que, a menudo, son también violentas. La historia de los
científicos latinos es una historia de ingenio, donde cada generación también trae consigo una
revolución, pero en este caso es la revolución científica.
En esta edición de Trailblazers (que puede traducirse como "pioneros y pioneras") queremos mostrar no
sólo los logros científicos de 18 investigadores latinoamericanos, sino también contar sus historias,
para celebrar su cultura, su calidez y sus éxitos personales. Junto con el equipo de C&EN, hemos
seleccionado una pequeña parte del fantástico trabajo de la comunidad latina de un total de más de 100
perfiles nominados por los lectores. Y, para asegurar un mayor impacto en las comunidades de
investigadores y estudiantes hispano hablantes y lusófonos, hemos traducido todos estos artículos al
español y el portugués.
Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un
pajarito me contó que estamos hechos de historias.
Eduardo Galeano
Hemos intentado resaltar las historias de las generaciones más jóvenes, perfiles que revolucionarán la
investigación científica. Pero antes de seguir leyendo, me gustaría destacar la contribución de tres
personas que merecen una atención especial, porque han avanzado la ciencia de forma fundamental,
contribuyendo a grandes descubrimientos para la salud global.
La científica colombiana Nubia Muñoz descubrió el virus del papiloma humano y
contribuyó al desarrollo de la primera vacuna contra este patógeno. Su trabajo ha merecido el
prestigioso reconocimiento de la Fundación BBVA.
El químico mexicano Luis Miramontes llevó a cabo la primera síntesis total
de la noretisterona, uno de los primeros fármacos anticonceptivos (que todavía se utiliza hoy en día).
El descubrimiento de esta sustancia ha empoderado a personas a tomar el control de sus derechos
reproductivos alrededor del mundo.
Desde el hemisferio sur, el argentino Luis Leloir recibió el premio Nobel por
descubrir las rutas bioquímicas involucradas en la síntesis de carbohidratos. Este descubrimiento avanzó
diferentes terapias y permitió el desarrollo de nuevos fármacos utilizando nuevas técnicas de
biotecnología para, por ejemplo, sintetizar glicopéptidos.
La inestabilidad de las democracias latinoamericanas ha frenado el progreso científico, sobre todo en
momentos como ahora, con una crisis económica global que amenaza la calidad de vida de millones de
personas. Esta pelea nunca acaba para la gente de Latinoamérica, que no para de luchar para defender sus
derechos más fundamentales y asegurar el acceso a los recursos naturales de la región.
Aunque esta batalla ha frenado la ciencia en nuestra región, la ciencia también nos ha dado el poder para
luchar.
En Chile, la industria minera es un pilar fundamental de la economía nacional; al principio eran las
famosas minas de cobre, pero ahora cada vez más son las minas de litio. La privatización y nacionalización
de estas minas jugaron un papel fundamental en el golpe de estado (apoyado por EE.UU.) contra el
presidente Salvador Allende y la dictadura que se instauró.
Actualmente las minas siguen ahí, y los científicos chilenos estudian la contaminación química y su
impacto ambiental. Estos investigadores estudian los efectos hidrológicos, intentan averiguar cómo
afectan a la población las aguas residuales, llenas de metales pesados, y tratan de informar y colaborar
con los políticos para reducir el daño causado por la industria minera.
Otro ejemplo son las plantaciones de café de Centroamérica, cuya producción se está viendo afectada por
las altas temperaturas y las sequías, ambas consecuencias directas de la crisis climática. Este descenso
en la productividad provoca movimientos migratorios, dado que muchos agricultores se ven obligados a
abandonar sus plantaciones y sus hogares, para terminar viviendo bajo el umbral de la pobreza en
ciudades superpobladas. Estos desplazamientos, a largo plazo, podrían desencadenar nuevas revoluciones.
Al mismo tiempo, los científicos buscan soluciones a este problema en el laboratorio, donde intentan
crear cepas de cacao y de café más resistentes, que puedan crecer en condiciones más calurosas y secas.
Estos descubrimientos podrían salvar a la industria agrícola.
El desastre ecológico en el Amazonas, acelerado por los intereses económicos de distintos regímenes
políticos, provoca un efecto mariposa en todo el mundo. Además de las soluciones que puedan plantear los
políticos y reguladores, la ciencia podría fomentar nuevas tecnologías para resolver algunos de estos
problemas de forma local.
Otra de las crisis que me preocupan en este momento es el agua. Debido a la mala gestión de los recursos
hídricos, la baja inversión y el deficiente mantenimiento de las infraestructuras, la Ciudad de México,
donde yo crecí, ahora mismo podría enfrentarse a un "Día Cero"', un día en que la ciudad no podrá de
garantizar el suministro de agua a todos sus habitantes, lo cual podría ocurrir tan pronto como este
año.
Esto me recuerda a la sangrienta revuelta que tuvo lugar en Cochabamba, Bolivia, en el año 2000, cuando
el pueblo tuvo que luchar contra un conglomerado multinacional para evitar la privatización del
suministro de agua. Solo espero que la revolución que salve a la Ciudad de México sea puramente
científica y no violenta.
Pero para innovar, necesitamos cambiar de rumbo rápidamente. El apoyo a la ciencia ha sido deficiente en
casi todos los países latinoamericanos, tanto por parte de la industria como de los gobiernos, lo que se
manifiesta en salarios muy bajos, acceso limitado a equipos modernos, poco apoyo para viajes y congresos
y, en general, una falta de recursos para hacer investigación. A la falta de financiación se suman los
complejos y endiablados mecanismos burocráticos, que no hacen sino añadir más dificultades a los
investigadores.
Mientras tanto, la competencia en el mercado científico global no para de crecer. Muchos científicos
latinoamericanos han emigrado a grandes potencias tecnológicas, como Canadá y los EE.UU. Aunque esto
podría considerarse una "fuga de cerebros", quizás una visión más optimista es considerarlo una
oportunidad. Si los científicos emigrados mantienen lazos con sus países de origen, pueden enriquecer la
ciencia y la investigación locales.
Yo mismo soy un ejemplo de este éxodo científico, con una carrera que empezó en México pero que me ha
llevado a los EE.UU. y, ahora, Canadá. Siempre he mantenido una conexión con México, muchos de mis
estudiantes de doctorado y mis investigadores postdoctorales vienen de allá y, luego, encuentran
trabajos en universidades e industria por todo el mundo. Por ejemplo, Andrés Aguilar Granda y Martha
Flores Leonar son ahora profesores en la Universidad Nacional Autónoma de México. También he apoyado a
científicos y políticos mexicanos a plantear estrategias de política científica, a escribir y revisar
propuestas de proyectos y becas, y a desarrollar nuevos programas de intercambio.
Cuando hablamos de científicos latinoamericanos, debemos incluir a todos aquellos científicos de origen
latino que han nacido en otros países, como los EE.UU. y Canadá, por ejemplo. Estos grupos suelen tener
desventajas económicas y sociales que también influyen en su falta de representación en las universidades y las
industrias tecnológicas. Para atacar este problema de raíz, los líderes académicos, económicos y
políticos tienen que tomar cartas en el asunto y pasar a la acción. Habría que incrementar el apoyo
económico y social para las comunidades latinoamericanas a nivel local, así como establecer programas de
apoyo y becas que permitan alcanzar la paridad y la igualdad en estos países.
Si queremos afrontar estos problemas, necesitamos que los científicos latinoamericanos (y con raíces
latinas) en EE.UU. y Canadá formen redes con sus colegas en Latinoamérica, desde Tierra del Fuego hasta
Nunavut. Esta alianza científica bolivariana debería reclamar una financiación decente y todo el apoyo
de nuestros gobiernos, sin importar lo debilitados que estén. Estas redes ayudarán a formar, guiar y
empoderar a las nuevas generaciones de científicos, que continuarán construyendo los cimientos de una
fuerza revolucionaria competitiva en América Latina.
Finalmente, me gustaría despedirme con una canción. Jorge Drexler, un músico, actor y doctor uruguayo,
dio una charla TED magnífica en 2017 donde trata el tema de la "décima". Esta estructura poética y
musical, con variaciones creadas en España, tiene raíces en distintos continentes: Europa, África y
Latinoamérica. Muchos géneros musicales (y poéticos) que ahora son nuestros, latinos, como el tango
argentino, el repente brasileño, la bachata dominicana y el son jarocho mexicano comparten un origen
común en la "décima".
Para subir al cielo
Para subir al cielo se necesita
Una escalera grande
Una escalera grande y otra chiquita.
Arriba y arriba
Arriba y arriba y arriba iré
Yo no soy marinero
Yo no soy marinero, soy capitán
Soy capitán, soy capitán.
Extracto de “La Bamba,” un son jarocho popular mexicano
Como ocurre con la décima, un diálogo entre culturas latinoamericanas, un homenaje a nuestros orígenes
mixtos, la fuerza creativa se infunde en la ciencia en Latinoamérica. Nuestra ciencia es vibrante,
ecléctica, esencial. Como dice "La Bamba", esa canción popular cantada en décima, los científicos
latinoamericanos no somos marineros. Somos capitanes. ¡Viva nuestra ciencia! Viva a nossa
ciência!
Traducido al español por Fernando Gomollón Bel para C&EN, con revisiones de César A. Urbina-Blanco. La versión original (en inglés) de este artículo se publicó el 20 de septiembre de 2024.
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