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Ciudad natal: Nací en Culiacán, en el estado de Sinaloa en México, pero me considero de Los Ángeles. He vivido ahí desde el principio de mi adolescencia.
Estudios: Grado (BS) en ingeniería por la California State University, Northridge (1989); Máster (MS) en ingeniería mecánica (1991) y doctorado (PhD) en ingeniería medioambiental (1999), ambos en Stanford; varias estancias post-doctorales en la Universidad de Albany (1998–2000), y en la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard (2000–2003).
Molécula favorita: El oxígeno (O2). Llevo casi tres décadas de mi vida profesional dedicándome a conseguir que todos respiremos aire limpio.
Aficiones: Cuando mi trabajo en el laboratorio tarda en dar frutos, suelo dedícame a la jardinería, que es mucho más agradecida y da resultados mucho antes. Tengo melocotones, peras, manzanas, frambuesas, moras, y ciruelas.
Qué es la diversidad: Lo diverso tiene que ser diferente. No es ‘diversidad’ tener un amigo que piensa exactamente como tú pero tiene un apellido latino.
El próximo lugar donde medir VOCs: Las regiones de minas de carbón en Colombia. Es una situación muy complicada, ya que hemos visto que la contaminación que llega a las casas no sólo proviene del carbón. La gente ahí es muy pobre. Para encontrar la solución ideal necesitaremos trabajar con expertos en ciencias sociales y expertos en la cultura local.
Los reportajes sobre los salones de manicura rara vez son buenas noticias. Una investigación del New York Times publicada en 2015, por ejemplo, descubría los detalles sobre los bajos sueldos de las trabajadoras—casi todas inmigrantes—y sus quejas sobre la salubridad de los locales. La serie de artículos desencadenó rápidamente una serie de leyes para protegerlas en el estado de Nueva York. Sin embargo, también provocó reacciones adversas entre los dueños de los salones, que creyeron que la nueva legislación dañaría a los negocios más pequeños, y que los artículos habían llegado demasiado lejos al generalizar sobre la industria.
Lupita Montoya, una ingeniera medioambiental de la Universidad de Colorado Boulder, decidió tomar un enfoque totalmente diferente e involucrar tanto a dueños como trabajadoras desde el principio. En varios salones de manicura locales, su equipo midió la concentración de sustancias contaminantes en el aire provenientes de los esmaltes, los quitaesmaltes, y los productos para la fijación de uñas postizas. Los investigadores ‘atrapaban’ los contaminantes con unos recipientes especiales, y los cuantificaban usando diferentes técnicas analíticas. Carmen Drahl habló con Montoya—que también emigró a los EEUU—sobre su investigación y sobre el trabajo con las comunidades de los salones de manicura para encontrar una solución a la contaminación en el interior de los locales.
¿Qué despertó su interés en estudiar la calidad del aire de los salones de manicura?
Mi especialidad es la calidad del aire en interiores, pero también formo parte de la primera generación de científicos en mi familia. Convivo con mucha gente que trabaja en ambientes donde se ven expuestos a sustancias químicas que seguramente son peligrosas, y sin embargo no sabemos nada sobre ellos porque apenas se les presta atención. Cuando entro en un salón de manicura cualquiera, lo primero que me impacta es el olor. Y sabiendo lo que puede significar ese olor—que probablemente haya altísimas concentraciones de compuestos orgánicos volátiles (VOCs)—me pregunto qué clase de sustancias están presentes y cómo pueden estar afectando a las trabajadoras del local, que están expuestos a ellas durante mucho tiempo.
¿Cómo encontraste salones de manicura que estuvieran de acuerdo con participar en el estudio?
Eso fue un reto. Me pasé un año entero visitando diferentes salones y hablándoles sobre la posibilidad de tomar algunas medidas. Era muy evidente que la gente no estaba cómoda con la situación y solían tardar en decir que sí.
No volví a interesarme en el trabajo de campo hasta casi un año más tarde, cuando una de mis estudiantes de fin de grado—Feng Xiang, también la primera generación de su familia en la universidad—me preguntó sobre el estado de la investigación. Y me dijo que “tenía algunos amigos que podrían estar interesados en ayudarme a entrar en algunos salones de manicura.” Al final me encontré con un grupo de varios estudiantes, todos de primera generación, interesados en el proyecto. Ninguno había investigado antes, pero tenían un gran interés, personal sobre todo, en el proyecto. Tenían conexiones en el mundo de los salones de manicura. Y nos pusimos manos a la obra.
En términos de calidad del aire, ¿qué ha descubierto su estudio?
Medimos la concentración de una familia de compuestos conocidos como BTEX: benceno, tolueno, etilbenceno y xilenos. Para ello utilizamos unos recipientes preparados especialmente para capturar estos VOCs y analizarlos luego mediante cromatografía de gases y espectrometría de masas. Estos compuestos se han estudiado muchísimo en diferentes campos, y muchos de ellos son carcinógenos. También comparamos nuestros resultados con otros estudios que analizaban los niveles de VOCs en otros lugares de trabajo, para ver en qué situación estaban los salones de manicura. Y descubrimos que nuestras medidas eran propias de refinerías de petróleo y talleres mecánicos.
Otro compuesto que encontrábamos frecuentemente era el metacrilato de metilo (MMA). Lo más interesante es que este producto está prohibido en colorado. Debido a las reacciones alérgicas que causa tanto en clientes como en trabajadoras, la Administración de Alimentación y Medicamentos (FDA) de los EEUU y la Asociación de Productores de Metacrilato decidieron prohibir el uso de metacrilato líquido en productos para manicura. Tras averiguar esto, hablamos con las trabajadoras. Y resulta que, a pesar de la prohibición, todavía puedes comprar productos para uñas postizas que contienen MMA. Las trabajadoras suelen preferir el metacrilato a otras alternativas porque es más fácil de aplicar. Ciertas costumbres que las trabajadoras consideran más cómodas, en realidad pueden ser muy dañinas.
¿Qué implican sus resultados para la salud de las trabajadoras?
Uno de mis estudiantes de doctorado, Aaron Lamplugh, llevó a cabo un estudio para evaluar el riesgo de cáncer de las trabajadoras. A falta de estudios más largos—y más caros—que puedan seguir a la gente a lo largo de sus vidas, puedes usar un punto en el tiempo para analizar el riesgo de cáncer. Esto lo hicimos utilizando dos herramientas de modelado del Sistema Integrado de Información sobre Riesgos de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA) de los EEUU Como necesitábamos cierta información para que el modelo funcionara, utilizamos nuestras medidas de los salones de manicura, y preguntamos a las trabajadoras cuántas horas trabajan al día. También disponíamos de datos sobre las medias de peso que nos proporcionaron los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades. Tuvimos que asumir algunas cosas, pero los resultados indicaban que su riesgo estaba por encima de un uno por millón, el nivel de riesgo mínimo establecido por la EPA y considerado por los expertos en salud pública como “peligroso”.
¿Qué están haciendo ahora para mejorar las condiciones de trabajo en los locales de manicura?
Estamos buscando sistemas de purificación de aire que no sean excesivamente caros, ya que los presupuestos de los salones suelen ser limitados. Probamos diferentes materiales de adsorción en una cámara sellada de acero inoxidable del tamaño de una nevera, y estudiamos cómo reducían los niveles de VOCs. El que mejor funcionó fue el carbón activo. Decidimos estudiar cómo tener filtros de carbón activo en un salón de manicura sin que estos filtros llamaran demasiado la atención de los clientes. Decidimos contactar con la artista Camila Friedman-Gerlicz, que visitó varios salones de manicura y se entrevistó con dueños y trabajadoras para descubrir qué tipo de arte les gustaba más. Camila y Aaron mezclaron carbón activo y otros materiales adsorbentes con materiales como cerámica y yeso, y estudiaron su capacidad para disminuir los niveles de VOCs. Después crearon una preciosa obra de arte, que actualmente está expuesta en nuestro campus, como prototipo. Nuestro objetivo es llevar esta y otras obras de arte parecidas a los salones para que tengan un aire más limpio.
También me reuní hace poco con representantes del ayuntamiento para explicarles nuestros resultados. Estamos intentando encontrar la fórmula para proteger mejor a las trabajadoras.
¿Por qué cree que este trabajo atrajo a tantos estudiantes de primera generación?
Estos trabajos son una forma más de hacer la ciencia más diversa. Muchas de nosotras venimos de comunidades menos favorecidas y queremos hacer ciencia que tenga un impacto real en nuestros barrios. Cuando vienes de una comunidad que apenas tiene privilegios, hacer ciencia “porque es sexy” o porque “es muy interesante” es algo un lujo que no nos podemos permitir, o que simplemente no nos preocupa. Queremos descubrir algo que mejore la calidad de vida de los nuestros, y también de la sociedad general.
Carmen Drahl es una redactora freelance. Una versión de esta historia se publicó en la revista ACS Central Science: cenm.ag/montoya (en inglés). La entrevista original se ha recortado y editado para su publicación en C&EN.
Traducido al español por Fernando Gomollón Bel para C&EN. La versión original (en inglés) de este artículo está disponible aquí.
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