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Greenhouse Gases

C&EN En Español

El aumento de las emisiones de CFC amenaza la recuperación de la capa de ozono

El triclorofluorometano probablemente se origine en fábricas del este de Asia

by Mark Peplow, special to C&EN
May 16, 2018 | A version of this story appeared in Volume 96, Issue 21

 

Credit: NASA/Goddard Space Flight Center
Los halocarbonos han menguado la capa de ozono estratosférica, en particular en un gran agujero por encima del Antártico

En una hazaña de investigación atmosférica, unos investigadores han hallado pruebas de que miles de toneladas del compuesto destructor de ozono siguen siendo liberadas al aire cada año, a pesar de la prohibición global de su producción (Nature 2018, DOI: 10.1038/s41586-018-0106-2).

Su investigación ha localizado el origen del triclorofluorometano (un clorofluorocarbono, CFC-11) en el este de Asia, y concluye que probablemente lo emiten unas nuevas instalaciones de producción clandestinas. “Si continúa a este ritmo, retrasará la recuperación del ozono por más de una década”, dice Stephen A. Montzka de la National Oceanic and Atmospheric Administration, que dirigió la investigación.

A structure of trichlorofluoromethane (CFC-11).

CFC-11 pertenece al grupo de halocarbonos regulados por el protocolo de Montreal para la protección de la capa de ozono, aclamado ampliamente como uno de los tratados medioambientales más exitosos de la historia. Cuando el protocolo entró en vigor en 1989, estableció unos plazos para el cese de la producción de varios halocarbonos empleados como refrigerantes, solventes y propelentes. En la estratosfera terrestre, estos compuestos liberan átomos de halógenos que catalizan la descomposición del ozono, haciendo más fino el escudo atmosférico que filtra la mayor parte de la dañina radiación ultravioleta del sol. Las estimaciones actuales indican que las restricciones del protocolo deberían contribuir a recuperar los niveles de ozono estratosférico que teníamos en 1980 a mediados de este siglo.

El CFC-11 fue ampliamente usado para expandir espumas en el proceso de fabricación, y las emisiones alcanzaron su punto álgido a finales de los años 80, con unas 350000 toneladas métricas anuales. El protocolo estipuló que los países desarrollados deberían cesar la producción de CFC-11 en 1996, mientras que los países desarrollados tenían hasta 2010 para hacerlo. La producción declarada a nivel mundial ha sido cercana a cero desde 2006.

Sin embargo, debido a su vida media de 57 años en la atmósfera, CFC-11 sigue siendo la segunda sustancia más abundante capaz de degradar el ozono, después del diclorofluorometano (CFC-12). Además, las espumas que ya se produjeron almacenan bastante CFC-11. En 2008, se estimaron unas 1.4 millones de toneladas métricas, que se liberan gradualmente a la atmósfera.

El equipo de Montzka empleó la cromatografía de gases y la espectrometría de masas para medir la concentración de CFC-11 en muestras de aire tomadas de 12 lugares remotos repartidos por todo el mundo, incluyendo la Antártida, la parte norte de Canadá, Irlanda y Australia. Estos datos fueron tratados por simulaciones computacionales que incluían modelos de química climática y atmosférica.

El equipo calculó que la concentración atmosférica de CFC-11 descendió de forma constante dos partes por billón anualmente entre 2002 y 2012. Esto es inesperado – el descenso debería haberse acelerado, dado que el reservorio de espumas disminuye y la producción se estaba reduciendo. La razón, concluye el equipo, es que las emisiones de CFC-11 siguieron siendo constantes en dicho periodo de tiempo, alrededor de unas 54000 toneladas métricas anuales.

La sorpresa llegó durante el periodo entre 2014 y 2016, cuando vieron que el descenso se había reducido a una parte por trillón anual. Lo que implicaba que las emisiones debían de haber subido a unas 67000 toneladas métricas anuales. “Es un descubrimiento sorprendente”, dice Michaela I. Hegglin de la Universidad de Reading. “Es extremadamente importante contar con estas medidas, para que podamos comprobar si la gente está cumpliendo la regulación”.

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Las muestras de aire de Hawaii fueron las que dieron pistas muy importantes a los investigadores. Hallaron que, en 2013, empezaron a llegar bocanadas de aire con una mayor concentración de CFC-11 desde el este asiático. Las concentraciones de CFC-11 cambiaban en consonancia con otras sustancias industriales, incluyendo el clorodiflorometano (HCFC-22) y el diclorometano, lo que sugería que dichas sustancias se emitían desde fábricas y no desde los reservorios de espuma. Los investigadores también detectaron concentraciones significativamente mayores de CFC-11 en el hemisferio norte, donde hay más localizaciones industriales en comparación con el hemisferio sur.

El equipo de Montzka también consideró otros factores que podrían afectar a las concentraciones de CFC-11, como los cambios de circulación atmosféricos, pero estos no podrían explicar la escala del aumento aparente de las emisiones. ¿Por qué alguien volvería a producir CFC-11? Montzka apunta que los países desarrollados deberían haber empezado a reducir su producción de hidroclorofluorocarbonos (HCFCs) en 2013, por lo que es posible que estuvieran acumulando CFC-11. “Pero llegados a este punto es todo una especulación”, indica.

Montzka ha estado en contacto estos últimos dos años con investigadores de Japón, China y Corea del Sur, para hablar sobre estos hallazgos, y dice que están tomando muestras de aire local que podrían ayudar a acotar el origen de las emisiones a ciudades particulares —y, que si solo hay una fábrica en dicha ciudad que produzca halocarbonos, poder hallar al culpable.

Sunyoung Park de la Kyungpook National University tiene resultados preliminares de una estación de muestreo en la isla Jeju, en la parte sur de la península de Corea, que muestra un pico similar en las concentraciones de CFC-11 hacia finales de 2012. Basándose en simulaciones de flujo de viento, cree que las emisiones vienen principalmente de China, particularmente a lo largo del río Yangtze.

Este tipo de pruebas podría ayudar al protocolo de Montreal a presionar a las autoridades chinas para que cierren la producción no autorizada. “Vamos a estrechar el cerco y ver si podemos localizar estas fuentes”, dice Montzka.

 

UPDATE: On May 18, 2018, the story was updated with preliminary results from Sunyoung Park.

Traducción al español producida por Juan José Sáenz de la Torre de Divulgame.org para C&EN. La versión original (en inglés) del artículo está disponible aquí.

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