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La contaminación del aire mata a más personas que cualquier otra causa ambiental. Sus efectos mortales incluyen derrames cerebrales, enfermedades cardíacas y cáncer de pulmón. Pero las diminutas partículas tóxicas en el aire podrían también estar atontando nuestro cerebro, según una línea de investigación emergente. Un nuevo estudio relaciona la exposición al aire contaminado en las primeras etapas de vida con un deterioro de la memoria y falta de atención en niños (Environ. Health Perspect. 2019, DOI: 10.1289/ehp3169).
Cuando la gente quema madera y combustibles fósiles como la gasolina y el carbón, se genera una neblina de humo llena de partículas compuestas por cientos de productos químicos. Los más pequeños se conocen como PM2,5, que incluyen partículas en suspensión de menos de 2,5 µm de diámetro. Cuando las personas respiran aire sucio, estas partículas pueden entrar en el torrente sanguíneo y causar estragos en órganos y células al promover la inflamación y dañar el ADN.
Animales de laboratorio expuestos a PM2,5 desarrollan inflamación en el cerebro, pero no estaba claro cómo estos efectos se manifiestan en humanos. “Queremos entender si esto está afectando a niños en la vida real”, apunta Ioar Rivas, investigadora de salud ambiental en el King’s College de Londres.
Rivas y su equipo reclutaron 2.221 niños de 7 a 10 años en Barcelona, España. Los examinaron cuatro veces a lo largo de un año para determinar su memoria funcional y su capacidad de concentración. Como grupo, las exposiciones anuales a PM2,5 de estos niños exceden el límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud, el cual promedia anualmente 10 µg de partículas por metro cúbico de aire. Pero son pocas las ciudades que cumplen este objetivo, y Barcelona no es una excepción. Usando datos nacionales de calidad del aire, el equipo calculó que durante sus primeros 7 años, los niños estuvieron expuestos a un promedio anual de 16,8 µg de PM2,5 por metro cúbico de aire.
Para correlacionar la exposición a la contaminación con el desarrollo cognitivo, los científicos crearon para cada niño un historial de niveles de PM2,5 en el hogar usando un modelo de contaminación del aire para la ciudad. Desarrollaron modelos estadísticos que calcularon el cambio en las puntuaciones medias de los niños asociadas con los aumentos totales en las concentraciones de PM2,5 desde la concepción hasta los 7 años. Luego, midieron las diferencias en atención y memoria correlacionadas con cada 10 µg/m3 adicionales de PM2,5 a los que los niños estuvieron expuestos a lo largo de sus vidas.
Para medir la atención de los niños, los investigadores les mostraron una fila de cinco peces con el pez central apuntando en la misma o en dirección opuesta a los otros. Los científicos midieron la rapidez con la que los niños presionaban un botón para indicar si el pez central apuntaba a izquierda o derecha. Por cada 10 µg/m3 adicionales de PM2,5 a los que los niños estuvieron expuestos a lo largo de sus vidas, la velocidad de sus respuestas se redujo aproximadamente en un 18%.
La prueba de memoria consistía en mostrar a los niños una secuencia de números en una pantalla de ordenador y pedirles que hicieran clic en un botón cuando el número en la pantalla coincidiera con el que habían visto tres pasos antes. Los científicos puntuaron a los niños según la proporción de clics correctos e incorrectos. Se asoció un descenso de aproximadamente el 16% en las puntuaciones de memoria funcional con exposiciones de 10 µg/m3 de PM2,5 a lo largo de sus vidas. Las puntuaciones de los niños varones disminuyeron más marcadamente que las de las niñas.
“Los hallazgos de este artículo son muy similares a los de nuestro estudio con 20.000 adultos en China, donde encontramos que las PM2,5 empeoraban el desempeño de personas en pruebas verbales y que a los hombres les afectaban más que las mujeres”, dice Xi Chen, economista de salud de la Escuela de Salud Pública de Yale. Añade que los efectos de la contaminación del aire podrían deberse a la inflamación del cerebro.
La contaminación puede reducir el transporte de oxígeno y nutrientes al feto en desarrollo, dice Rivas. Su equipo está evaluando la exposición de mujeres embarazadas a contaminantes del aire y escaneando los cerebros de fetos y recién nacidos.
Traducido al español por César Palmero para C&EN. La versión original (en inglés) de este artículo está disponible aquí.
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